El canto del grillo y la temperatura
Hay una relación proporcional entre la frecuencia del canto de un grillo y la temperatura ambiente. El primero en establecer esta relación en forma de ecuación fue el físico estadounidense Amos Dolbear en base a sus observaciones del Narrow-winget tree cricket (Oecanthus niveus). Años más tarde, la doctora LeMone retomó el estudio y estableció que si se cuentan los chirridos de un grillo en 15 segundos y se suma 37 se obtiene una temperatura en grados Fahrenheit muy cercana a la real. Para obtenerla en grados centígrados, LeMone propuso sumar 5 al número de chirridos emitidos en 8 segundos. Ahora bien, hay que tener en cuenta que el resultado obtenido con estas u otras fórmulas similares sólo es aproximado ya que, tal como advirtió Dolbear, depende de la especie de grillo y de factores como la hora del día o de si el macho está sólo o compitiendo con otro. Por ejemplo, la Acheta domestica tiene una frecuencia de canto superior a la del Gryllus assimilis o silent cricket. La razón por lo que esto se produce es porque los grillos no autorregulan su temperatura corporal. Por tanto, la temperatura ambiente incide en su metabolismo, tanto en sus funciones vitales como en sus movimientos musculares. A mayor temperatura, más chirridos por minuto.