Los escarabajos joya
Según una leyenda maya, una princesa llamada Cuzán se enamoró de un guerrero a pesar de estar comprometida con un príncipe de una ciudad próxima. Su padre, el rey, al enterarse de sus encuentros ordenó matar al guerrero aunque, apenado por el llanto de su hija, decidió perdonarle la vida y lo convirtió en escarabajo, en makech o maquech. La princesa cogió aquel escarabajo, lo decoró con piedras preciosas y se lo puso en el pecho como un broche para poder llevarlo cerca del corazón, como había prometido al guerrero. Esta historia, conocida como La princesa y el maquech, ha dado lugar a una peculiar tradición: los escarabajos joya. El maquech es una subespecie del escarabajo Zopherus propia de la península del Yucatán. Pertenece a la superfamilia del Tenebrio molitor y de la Zophobas morio, es decir, a la Tenebrionoidea. Es conocido con los nombres vulgares de escarabajo maya o yucateco y de ironclad beetle o sea, escarabajo acorazado, por la dureza de sus élitros. Parece ser que, antaño, eran regalados en esta zona de Méjico por los hombres a sus parejas como una señal de amor y fidelidad. Hoy, pueden encontrarse en los mercados como un producto artesanal más orientado a turistas. Por poco dinero, es posible comprar un ejemplar decorado con pedrería y una cadena con un imperdible en el extremo que permite fijarlo en la ropa. La cadena mide unos 5 centímetros por lo que el insecto puede pasear por la ropa del propietario. Este tipo de venta es controvertida. Por un lado, los naturalistas consideran que la venta masiva puede provocar la extinción del insecto porque su exoesqueleto, mucho más grueso que el del tenebrio o el de la zophobas, dificulta su vuelo y lo hace endémico de pequeñas zonas. Este hecho, junto con la creciente deforestación de la región y el hecho de que no se críen en cautividad comprometen su continuidad como especie. Por otro lado, cuenta con la oposición de los defensores de los derechos de los animales. En muchas ocasiones es difícil conciliar tradición y ética. Lo que sin duda habría que evitar es la venta de este escarabajo vivo como suvenir. De hecho, en Méjico también se comercializan reproducciones de estos escarabajos en tiendas de bisutería y joyerías, opción permite mantener una tradición y preservar la biodiversidad al mismo tiempo.